Lola
Proaño Gómez
The speaker in this case/ is a middle-aged
witch, me-/ tangled on my two great arms,/my face in a book/ and my mouth
wide,/ ready to tell you a story or two. (The Gold
Key, Transformations, Anne Sexton)
Las palabras marcaron la frontera cuando nosotras éramos silencio…
(Magda
Rodríguez 129)
Nos
volvimos a encontrar en Cádiz. Hemos llegado después de haber sobrevolado mares
y montañas y de superado dificultades con el deseo de crear un espacio real y
virtual, físico y simbólico. Construir un espacio de creación, de libertad, de
encuentro con nuestras compañeras y con nosotras mismas para formar
subjetividades cada vez más ricas y complejas. Disfrutamos a nuestras anchas de
esos cuatros días del encuentro, con tiempo propio: largas horas y días
enteros, no fracciones de tiempo encontradas con esfuerzo, buscando recovecos y
espacios en el “entre” de las múltiples tareas. Tiempo nuestro, dedicado por
entero a escucharnos, a construir y a construirnos, a dialogar con todas
nuestras similaridades y diferencias: un privilegio y un placer.
Cádiz
como el lugar del Encuentro. El Encuentro en el espacio creado por nuestra
presencia, en el que se contextualiza el desarrollo de la emergencia de
realidades diversas y mezcladas, desde donde se aportan nuevos sentidos. Cádiz,
convertido por la confluencia de geografía y lenguajes, en un espacio donde la
palabra propia, los sueños, las utopías y los pequeños y grandes triunfos se
encuentran.
La
escritura teatral como la restitución de un espacio de representación, para
generar una contracultura de la representación, como restitución de nuestra
presencia en el escenario teatral, como lugar de expresión de sentidos negados.
El espacio, lugar para que la palabra exprese lo silenciado. Producir
significados y sentidos que no sean mero reflejo especular de lo ya dicho, de
lo ya establecido, que sean un modo de atravesar el modelo. (Escofet 105)
Definir,
construir, crear un espacio es también pelear por nuestra existencia como
sujetos políticos y sociales, además de culturales. Mantener el espacio de la
creación abierto para nosotras, es exigir el reconocimiento del derecho a
construir mundos –más o menos ficcionales- con miradas, valores y fines
propios; el derecho a nuestra autodeterminación, a hablar con y desde el
cuerpo, con y desde nuestras emociones y experiencias. Armarnos como sujetos,
desde nuestro interior, donde se agazapan las diferencias y atrevernos a
ponerlas en escena, a obligar al reconocimiento de ellas. Armar escenarios,
construir dramaturgias, poner nuestros cuerpos en un espacio que finalmente
hemos empezado a hacer nuestro.Escenario que es además múltiple: somos muchas y
nuestras voces y miradas plurales. Confrontamos muchas perspectivas: nos
juntamos en el respeto a la diferencia y en el acuerdo a este mismo respeto que
exigimos para todos y entre todas. No hay estructuras prohibidas, ni reglas
formales impuestas. Espacios creados con sus propias reglas, sus propias
decisiones y su propia estética, a veces diversa, descolocante por lo novedosa.
Frente a
la historia construida desde la masculinidad, ¿por qué no intentar construir la
nuestra, diferente, más humana? Creaciones de mujeres, puntos de partida de una
nueva estética y de una nueva ética. Compromisos con la historia, con la
experiencia personal y con la sociedad contemporánea. Procesos de creación de
una “realidad” distinta, más completa.
1 Debo
agradecer especialmente a Margarita Borja por su cuidadosa lectura de la
versión final de estas actas, lo que contribuyó a una mejor versión.
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